NO PREGUNTES POR QUIEN DOBLAN LAS CAMPANAS… están doblando por ti.... John Donne.
A Odalis Gatón, in memorian.
El homus sapiens, siempre chapoteando entre sus vicisitudes, amores y desamores, odios y rencores y traiciones, pero sobre todo entre esperanzas y palmaditas en la espalda por la mano amiga, resignado y a tiempo completo, lleva sobre sus hombros donde quiera que se esconda, la sutil y delicada carga de la muerte. ¡Claro, para eso vivimos: Para morir como inútiles pendejos!
El sapiens tiene sobre el planeta Tierra más de 300,000 billones de años, pero es tristemente bueno destacar que una tortuga puede vivir, tranquilamente y sin trabajar ni tener que preocuparse por la envidia y las traiciones de sus vecinas, 300 años más que un hombre o una mujer. ¡Qué vaina, amigo!
Albert Camus, aunque no lo dijo como lo digo yo ahora, con este terrible dolor en el pecho que me agobia, dejó claramente enunciado en todo su cuerpo ideológico-filosófico que el valor y condición de sapiens no viene con el hombre, sino que se adquiere con su conducta al pasar por la vida. Porque (y esto lo agrego yo), qué coño carajo vale un sapiens que asesine a una estudiante de arquitectura para robarle su ipad Apple made in Japan, donde tenía download todas sus canciones preferidas de los merenqueros de calle. ¡Pero qué digo!
Honestamente hablando, no fue esto lo que dijo Camus, pero así entiendo yo sus ideas en “El mito de Sísifo” y otras maravillosas vainas que nos escribió como si fueran cartas a sus amigos sapiens del futuro que somos tú y yo. Claro, en definitiva, el sapiens es una sumatoria de vectores positivos y negativos, que surgen de su avatar en un habitad de macro-cosmo (la sociedad) y el a veces doloroso o extremadamente alegre Micro-cosmo (la familia).
Sencillamente, se adquiere la categoría de sapiens cuando la resultante de esta sumatoria arroja un valor positivo ante la muerte, como ha sido tu vida. ¡Adios, amigo!
El homus sapiens, siempre chapoteando entre sus vicisitudes, amores y desamores, odios y rencores y traiciones, pero sobre todo entre esperanzas y palmaditas en la espalda por la mano amiga, resignado y a tiempo completo, lleva sobre sus hombros donde quiera que se esconda, la sutil y delicada carga de la muerte. ¡Claro, para eso vivimos: Para morir como inútiles pendejos!
El sapiens tiene sobre el planeta Tierra más de 300,000 billones de años, pero es tristemente bueno destacar que una tortuga puede vivir, tranquilamente y sin trabajar ni tener que preocuparse por la envidia y las traiciones de sus vecinas, 300 años más que un hombre o una mujer. ¡Qué vaina, amigo!
Albert Camus, aunque no lo dijo como lo digo yo ahora, con este terrible dolor en el pecho que me agobia, dejó claramente enunciado en todo su cuerpo ideológico-filosófico que el valor y condición de sapiens no viene con el hombre, sino que se adquiere con su conducta al pasar por la vida. Porque (y esto lo agrego yo), qué coño carajo vale un sapiens que asesine a una estudiante de arquitectura para robarle su ipad Apple made in Japan, donde tenía download todas sus canciones preferidas de los merenqueros de calle. ¡Pero qué digo!
Honestamente hablando, no fue esto lo que dijo Camus, pero así entiendo yo sus ideas en “El mito de Sísifo” y otras maravillosas vainas que nos escribió como si fueran cartas a sus amigos sapiens del futuro que somos tú y yo. Claro, en definitiva, el sapiens es una sumatoria de vectores positivos y negativos, que surgen de su avatar en un habitad de macro-cosmo (la sociedad) y el a veces doloroso o extremadamente alegre Micro-cosmo (la familia).
Sencillamente, se adquiere la categoría de sapiens cuando la resultante de esta sumatoria arroja un valor positivo ante la muerte, como ha sido tu vida. ¡Adios, amigo!
Eduardo Lantigua Pelegrín
New York, Junio 2010.-
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